¿Recordáis esas palabras de Sócrates recogidas por Jenofonte, con las que consuela a sus amigos diciendo que desde el nacimiento todos estamos condenados a muerte? En esto pensaba el viernes, en el salón de actos del instituto, cuando os veía a todas tan nerviosas, guapas y expectantes en el desarrollo del acto de despedida de vuestra promoción. No me malinterpretéis, mis pensamientos tenían como sujeto no a las personas, sino a vuestro paso por el instituto. Mientras escuchaba las palabras que os dirigían los tutores no podía dejar de pensar en ello. (Lo siento, os toca aguantarme por última vez, porque es mi oportunidad de dedicaros mis palabras como "cuquijefa").
Desde el día que pisasteis el centro por primera vez, vuestro tiempo de instituto empezaba un camino sin retorno hacia el final. Todo lo que empieza acaba, según el dicho popular (y según Sócrates). Comenzasteis siendo unas niñas y habéis culminado esta etapa de vuestras vidas convertidas en unas jóvenes promesas: promesa de actriz (ya me invitarás alguna vez a verte actuar, Julia, y cuando seas una gran estrella no olvides que estuviste en Epidauro), de traductora (Eugenia, recuerda lo mucho que vales), de profesoras de idiomas (Ana, Irene, Cristina, ojalá tengáis la suerte de contar con alumnas como vosotras), de periodista (espero que sí, Laura) o de lo que decidáis (Sandra, Hita, no lo recordaba exactamente, perdonadme el despiste).
La etapa que ahora nace también tiene un destino: su fin, para dar paso a otra nueva. En esto consiste la vida, en una sucesión de comienzos y finales, de muertes y nacimientos, de hechos que nos van haciendo avanzar en nuestro propio viaje por el mundo. Un viaje que, como el de Ulises, estará lleno de peligros y aventuras que lo convertirán en algo único para cada una de vosotras. No me quiero poner muy trascendental, sino recordaros que todo es efímero, y, como dijo el poeta, la vida hay que aprovecharla: carpe diem. pero en cada etapa de una manera. Y ahora empezáis un viaje al resto de vuestras vidas, no hacia el futuro, porque vosotras sois vuestro propio futuro, lo lleváis dentro, y lo iréis construyendo con vuestras aportaciones diarias, con vuestros aciertos y vuestros errores, vuestros éxitos y fracasos; de vosotras depende, en gran parte, cómo será la siguiente fase de vuestra vida: creo que en cada etapa vamos poniendo los cimientos de la siguiente, que se apoya en la anterior, y a su vez es la base de la que le sigue. Vaya rollo que os estoy soltando, eh? Ni que estuviéramos en clase. Aguantad, que ya termino.
Sé que en los años próximos de vez en cuando recordaréis esta etapa de instituto con cierta nostalgia, cuando penséis en esa vida en cierto modo despreocupada de la adolescencia. Cuando sea así, buscad un hueco y pasaos por aquí. Sabed que este será siempre un espacio abierto para vosotras, que podréis visitar siempre que os apetezca (y espero que lo hagáis), me gustará mucho leeros.
Sólo me queda desearos buen viaje y que, como Ulises, encontréis vuestra Ítaca.