El rey Midas vivía con su hija en su palacio, y su mayor felicidad era proporcionada por el oro.
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Este, muy agradecido al rey Midas, le dice que le concederá un deseo, a lo cual el rey contesta "quiero que todo lo que toque se convierta en oro".
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Su gran felicidad ahora se convertía en miedo, no podía tener contacto ninguno con nada ya que si no lo convertiría en oro. Mientras el hombre lloraba, su querida hija intentó tranquilizarlo, pero al hacerlo, se convirtió en una figura de oro.
Arrepentido del deseo que había pedido, fue a pedirle ayuda a Dioniso, el cual le dijo que buscara el río Pactulo, que se lavase allí las manos,y que con sus aguas rociara a su hija y a todo lo que había convertido en oro.
Lleno de felicidad y agradecimiento, Midas, aprendió a amar el brillo que daba la vida, en vez de el brillo de el oro.