-No entiendo, no entiendo.
Pertinax negaba una y otra vez
con la cabeza. Finalmente habían llegado a aquella maldita pradera,
y ahora que por fin estaban allí no veían ni un solo bárbaro.
-Deben haber escapado-explicó
Siseuma dubitativo.
Pertinax volvió a negar, era
absurdo que hubiesen escapado. Miró a lo lejos de la pradera y le
pareció ver algo extraño. Frunció el ceño y llamó al resto de
los oficiales.
-Venid-ordenó.
El séquito se acercó
lentamente, agotados por la marcha y el terrible calor.
-¿Veis eso?-preguntó Pertinax
señalando a lo lejos.
Siseuma miró lentamente, y
entonces sintió como todo encajaba.
-¡Maldito Bellomarius!-gritó.
Todos los oficiales y el propio
Pertinax se giraron.
-Bellomarius nos ha engañado,
la hierba está aplastada-Pertinax se dio cuenta de todo y notó un
escalofrío por todo el cuerpo-. Mientras nosotros veníamos hacia
aquí por el Este, Bellomarius se ha dirigido hacia el campamento por
el Oeste. Eso significa...
-Que el emperador está en
peligro mortal.
La interrupción de Siseuma
dejó un silencio desesperado. Pertinax entonces reaccionó. Saltó a
su caballo y agarró con fuerza las riendas.
-Que los hombres se preparen
para retomar la marcha. Hay que salvar al emperador-ordenó con voz
firme y añadió-. La derrota no es una opción.
Siseuma se acercó al general
con aire taciturno.
-Mi general, nuestros hombres
están agotados, no darán un paso más, y vos solo no podéis contra
un ejército de germanos.
Hubo unos segundos de silencio
cuando Pertianx finalmente proclamó:
-Pues moriré en el intento.
Y salió a toda velocidad en su
caballo.
&
Fronto luchaba desesperadamente
contra más y más germanos. Las murallas estaban completamente
inundadas y cada vez había más soldados bárbaros, además para
colmo de males el ariete germano había llegado al portón y estaba
empezando a derribarlo, el fin se estaba acercando.
Fronto apuñaló a un guerrero
germano que se habían lanzado sobre él y se abrió paso a golpe de
espada hacia la torre más cercana. Se deshizo de todos los enemigos
que encontró, finalmente pisó tierra firme y entonces corrió como
nunca había corrido en su vida. Cada crujido del portón caía sobre
su ánimo como un jarro de agua fría. Corrió y finalmente llegó al
centro del campamento completamente agotado. El emperador tenía en
sus manos las entrañas de un animal degollado a sus pies, a su lado
Pompeyano le imploraba desesperadamente que hiciese algo, pero Marco
Aurelio seguía allí con los brazos levantados en alto mirando al
cielo como si no escuchase nada, invocando a los dioses.
Fronto cayó al suelo
completamente agotado por el esfuerzo, y entonces oyó otro crujido,
el portón no aguantaría mucho más.
-César-dijo con un hilo de voz
sin ánimo y exhausto-. Hay que mandar más hombres al portón, está
a punto de ceder.
Pero el emperador no dijo nada
y siguió mirando al cielo. Pompeyano completamente desesperado se
tiró al suelo con las dos manos unidas bajo su cabeza y empezó a
murmurar algo.
-Padre...cielo...sálvanos-fue
lo único que pudo distinguir Fronto.
Entonces ya compeltamente
agotado y viendo como se acercaba el final miró al cielo. Las nubes
más negras que había visto en su vida empezaban a tapar el sol y un
frío que helaba los huesos empezó a inundar el ambiente. Oyó otro
crujido, uno más y todo se habría acabado . De repente sintió un
escalofrío a medida que se intentaba levantar , notó como el suelo
temblaba y como un clamor no de este mundo empezaba a crecer en la
lejanía, a medida que un extraño terror se empezaba a apoderar de
él. Y entonces...
continuará...
Mateo, por favor, redacta el final, que los nervios y la intriga van a acabar conmigo:-) Está quedando un relato realmente bueno.
ResponderEliminarPero por favor ¡Cuánto más nos vas a tortura! ;)
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