miércoles, 29 de mayo de 2019

La llegada a Roma

La llegada
Ya habíamos entrado al portal, llevábamos unos minutos viajando cuando Dani dijo que se estaba mareando, nos giramos hacia él y vimos cómo se apoyaba en una manivela, moviendo la cara abajo. En el momento no le dimos mayor importancia, pero sí se la dimos cuando nos llegó un aviso en la pantalla de que lo que había modificado era el modulador de altura, cuando lo intentamos arreglar ya era demasiado tarde... Aparecimos a 10 metros y no logramos controlar la pesada maquinaria y caímos en picado. Me desperté, no me acordaba de nada, estaba empapado, dentro de lo que parecía ser una fuente. Me levanté y busqué a mis compañeros, estaban todos sin heridas graves, excepto Fernando, que había caído mal dislocándose un hombro. Mientras nos relajábamos tirados en el suelo apareció un niño, diciéndonos que qué hacíamos en su atrium, que viene siendo el patio descubierto de las viviendas romanas. Nos preguntó qué nos había pasado nerviosos, le dijimos la verdad, que veníamos del futuro. Lo entendió, y se comprometió a guardarnos el secreto y engañar a todos, incluida su familia, nos comentó que su padre era un centurión romano y que su nombre, Tiberio Cornelio Torquato, era de gran veneración entre las tropas. Después, nos invitó a pasar a su casa, nos dio una muda a cada uno y le dijo a su esclavo que nos sirviera bebida y algo de comer, mientras él le recolocaba el hombro a Fernando. El esclavo nos sirvió unos altramuces, que son una especie de legumbre blanca. Mientras comíamos alguien entró por la puerta, un enorme silencio se apoderó de la sala, era su padre, enfadado, le preguntó a su hijo que quién éramos, le contestó que éramos unos amigos, lo llamó para hablar con él, y, unos minutos más tarde volvieron al triclinium, su padre nos obligó a hacer un servicio militar, aún  no cumpliéndose las condiciones, para pagar los gastos que iba a costar rehacer el atrium. Al acabar de comer, marchamos con el centurión. No recordamos que ese año, el 48 a. C. estaban en guerra civil, nos dirigíamos a Farsalia, donde iba a realizarse un enfrentamiento decisivo en la segunda guerra civil de la República romana. Una vez en la llanura, preparados para la sangría lo vimos, vimos al gran Julio César, y después de liberar la estrategia comenzó la batalla. Nosotros íbamos en la infantería, cada uno tenía una una lanza y un gran escudo. Cuando el centurión nos ordenó usar la formación "testudo" subimos los escudos hacia arriba para cubrirnos de las posibles flechas, el miedo corría por nuestros cuerpos, miré para atrás y vi como Xende se tropezaba con una piedra cayéndose y rompiendo la formación, de tal forma que abrimos una brecha en la defensa del ejército de Julio, por donde las tropas de Pompeyo entrarían y acabarían con nosotros. De repente el centurión vio que estábamos a punto de morir y sacrificó su vida para que pudiéramos escapar, su sacrificio no sería en vano, ya que nos daría tiempo para escapar, una vez con el transchronion en la mano, y listos para partir a casa, alcé la vista y vi como un pilum venía como una flecha directa hacia nuestras cabezas, en un ataque de pánico, presioné el botón de inicio sin ajustar el año, nos podía mandar a cualquier año de la época romana, la suerte estaba echada...

5 comentarios:

  1. Increíble, vuestro trabajo cuenta con mucha imaginación y creatividad, sin duda mi favorito de todos los que he leído. Estoy deseando saber el desenlace de vestras fantásticas crónicas!

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  2. Imaginación y realidad mezcladas a la perfección en una historia que te deja con ganas de más al final del capítulo. ¡Me encanta!

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  3. Vvaya mala suerte eso de haber acabado en una época desconocida y en guerras, mucha suerte

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  4. Que pena que se quedase tan solo en esto...¡Ahora me quedaré con la intriga!

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