Ya está. Misión cumplida. El bachillerato está a punto de convertirse en parte de vuestro pasado. Quién os iba a decir hace 6 años, cuando pisabais por primera vez los pasillos del instituto, con los ojos abiertos como platos, que esa profe con cara de bruja mala que entraba alguna vez en el aula a hacer una guardia, iba a ser vuestra profesora de Cultura Clásica, Latín y Griego durante varios cursos.
Y poco a poco, día a día, se fue estableciendo una conexión entre nosotras, y la relación profesora-alumnas cada día se afianzaba más, entre preguntas, respuestas, sermones, agobios, *post-its, traducciones, exámenes, explicaciones, confidencias, algún consejo que otro, risas, muchas risas, y más de un viaje. Lugo, Tarragona, Italia... fueron momentos inolvidables para vosotras, sin duda, pero también para mí.
Y el pasado viernes, cuando Irene, con sus cariñosísimas palabras, hizo que valiese la pena la inversión económica en el rimmel water-proof que uso en estas ocasiones especiales, no podía dejar de sentir la nostalgia que me invade siempre en estas fechas, cuando una promoción, dejando atrás las aulas del instituto, se aleja para volar, con el alma llena de ilusión, incertidumbre, miedo, pero también con la determinación precisa para emprender el viaje al futuro.
El camino fue duro, pero habéis logrado llegar a lo más alto. |
Deberes del profesor
"Asuma ante todo un espíritu de padre con respecto a sus alumnos, y piense que está en el lugar de aquellos
que le han confiado a sus hijos. No tenga él vicios, ni los tolere. No sea desagradable su actitud austera, no sea
excesiva su familiaridad; no vaya a ser que nazca de la una odio y de la otra desprecio. Hable mucho de honestidad y
bondad, pues cuantos más avisos dé, menos castigará. No se deje llevar nunca por la ira, pero tampoco deje pasar lo
que debe corregirse. Sea sencillo en su enseñanza, sufridor del trabajo, esté siempre cercano, pero no en exceso.
Responda gustoso a los que le preguntan, a los que no le preguntan, pregúnteles de repente. En las alabanzas de las
exposiciones de sus alumnos no sea tacaño, pero tampoco exagerado, porque lo uno provoca disgusto con respecto al
trabajo, lo otro autosuficiencia. Al corregir lo que debe, no sea duro, y mucho menos, amenazador, pues a muchos les
aleja del propósito de estudiar el que algunos les repriman como si les odiasen. Diga alguna vez, es más, muchas, y
diariamente, cosas que sus oyentes guarden consigo. Aunque proporcione bastantes ejemplos sacados de la lección
para su imitación, sin embargo, según se dice, la viva voz alimenta mucho más, y, sobre todo, la del maestro al que sus
discípulos, si están bien educados, aman tanto como veneran. No se puede decir cuánto más gustosamente imitamos a
quienes amamos."
Quintiliano, Institutiones Oratoriae, 2, 2, 4-8.
¿Qué queréis que os diga? Cada vez que releo estas líneas me veo en clase, y me reconozco. Y me gusta. Sin palabrería, con vocación y corazón. Y os veo a vosotras, Irene, Lucía, Aroa, Esther, Camila, Jenny, Sara, Naomi, Laura y Susana, atendiendo a mis explicaciones (o no), o concentradas en la traducción, (o no), o intentando- y consiguiendo, a veces- derivar el rumbo de la clase hacia otros intereses, o riendo conmigo, o soltando estrés, pero siempre con esa actitud tan positiva, y sé que os voy a echar de menos. Os lleváis, allá donde vayáis cada una, un pedacito de mi corazón, y mis deseos de que os vaya tan bien en la vida como os merecéis.
Ya sabéis dónde estoy, para lo que queráis, para siempre.
Ya sabéis dónde estoy, para lo que queráis, para siempre.