martes, 20 de junio de 2017

El latín sigue vivo

           A menudo, se acostumbra a calificar al latín como una lengua en completo desuso, y cuyo aprendizaje no es más que una pérdida de tiempo, pero ¿cómo vamos a conocer nuestro idioma actual, al que tanta importancia se le da, sin conocer primero de dónde proviene? Si lo que buscamos es una total comprensión de nuestro lenguaje y del mundo que nos rodea, sin duda el latín se trata de una herramienta imprescindible para conseguirlo.
       Como prueba de ello, aquí hay algunas expresiones que los castellanohablantes utilizamos habitualmente, muchas veces sin conocer el sentido de ellas, pues a simple vista, parecen carentes de coherencia alguna para quien no posee conocimientos sobre el latín.


  • Tener muchos humos: Las familias distinguidas en Roma tenían la costumbre de colocar en los patios de sus casas retratos y bustos de sus antepasados, de manera que cuantos más poseían, de mayor linaje era considerada dicha familia. Con el paso del tiempo, los objetos más antiguos adquirían un color más oscuro, lo que indicaba un mayor poderío familiar del cual los romanos acostumbraban a alardear.
                                                       Resultado de imagen de soberbia
  • Poner en tela de juicio: El vocablo latino tela y su plural telum hacen referencia a la palestra, lugar donde se celebraban los debates o discusiones. De ahí proviene la expresión, que significa tener dudas sobre la legalidad o certeza de algo.
  • Defensa numantina: En Hispania, entre los años 143 y 133, un gran ejército romano cercó la ciudad de Numancia, levantando una muralla de piedra a su alrededor. Los numantinos decidieron resistir y, finalmente, ofrecer la paz honrosa a Escipión, general del ejército contrario. Ante la negativa del general, los habitantes de Numancia prefirieron morir a ceder ante Roma.
  • Dormirse en los laureles: Entre los romanos, el laurel era un árbol consagrado al Dios Apolo, por lo que los triunfadores eran coronados con sus hojas. Como consecuencia, durante la Edad Media los doctores y licenciados recibían una aureola adornada con bayas de laurel, como símbolo de su rango. Sin embargo, si después de conseguuir dicho triunfo la persona dejaba de trabajar y esforzarse, perdería la fama  y se diría que se ha dormido en los laureles.                                                                                                                                                                                                                                                              Resultado de imagen de dormirse en los laureles
  • Tocayo: En la actualidad, se utiliza para designar a quien tiene tu mismo nombre. Su origen se da en los matrimonios de la antigua Roma, donde el hombre le preguntaba a su futura esposa "¿Quién eres tú?", y ella debía responder con "Ubi tu Cayus, ibi ego Caya" (Donde tu seas llamado Cayo, a mí me llamarán Caya).
  • Hacerse el sueco: A pesar de lo que pueda parecer, esta expresión nada tiene que ver con los habitante de Suecia, sino que proviene del latín soccus, manera de llamar a los comediantes en la Antigua Roma. A partir de ahí, hacerse el sueco significó desentenderse, como hacían los comediantes para hacer reír al público, fingiendo ser inocentes y no comprender la situación.
  • Ser un caco: Este término se utiliza, de forma coloquial, para llamar a los ladrones. Tiene su origen en Caco, un gigante de tres cabezas que vivía en Aventino (una de las siete colinas de Roma), el cual fue capaz de robar sus reses al mismísimo Hércules, convirtiéndose así en el primer cuatrero de la mitología.                                                                                                                                                                            Resultado de imagen de caco origen
       
             Probablemente, a la mayoría de vosotros os hayan resultado familiares muchas de estas expresiones, e incluso puede que las utilicéis en vuestro día a día; en cambio, muy pocos conocíais su procedencia. Esto demuestra que el latín no es en absoluto una lengua muerta, ya que ha dejado una tremenda huella en nuestro lenguaje actual, y su presencia en nuestra sociedad permanece todavía activa, a pesar de lo que se pueda pensar.
          


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