La educación en Roma se vio sometida a diferentes cambios a lo largo del tiempo.
En
la Roma arcaica y republicana se desarrolla en un ambiente familiar:
hasta los 7 años, bajo la protección de la madre, y a partir de la
adolescencia, del pater familias. A los 17 años los hombres comienzan una nueva etapa en la que aprenderán para desenvolverse en la vida y en el ejército.
César concede el derecho de ciudadanía a los maestros de las artes liberales. Vespasiano libera de impuestos a los profesores de la enseñanza media y superior, y es el primero que crea cátedras oficiales de retórica latina y griega con sueldos anuales.
Los emperadores incitaban a las municipalidades a la creación de escuelas públicas en todo el Imperio. Estas escuelas por fin preparaban a los funcionarios cada vez más necesitados de una formación superior.
La organización de la enseñanza tenía tres grados: literato, gramático y retórico.
El principal medio para la universalización de la cultura romana y de la lengua latina fueron las escuelas.
Cuando el mundo romano de heleniza la educación pasa de lo privado a lo público, y el sistema educativo se organiza así:
De los 7 a los 12 o 13 años se desarrollaba la enseñanza primaria o literator.
A partir de los 13 años empezaba la enseñanza secundaria o grammaticus.
A los 17 comenzaba la educación superior a la que solo accedían unos pocos privilegiados que, guiados por los rétores, aprendían las materias de oratoria, filosofía y conocimientos del derecho, entre las disciplinas más importantes.
La educación romana dejó de ser solamente para privilegiados y se logró que llegar a clases sociales menos poderosas. Esto, debido a la gran difusión de textos en el Imperio, creó un gran gusto por la lectura y acceso a ella. Empezaron a surgir los folios, y más adelante los libros, aunque no exactamente como los conocemos ahora.
En los primeros tiempos utilizaron corteza de árbol como soporte, ya que liber significa corteza. También utilizaron telas y pieles.
El formato más utilizado fue el rollo de papiro.

Las tablillas de marfil se usaban para motivos religiosos o con las caras labradas para credenciales consulares.
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